El mes de septiembre marcó el regreso a las aulas, momento en el que los menores retomaron su actividad en entornos digitales, como las redes sociales, aplicaciones de mensajería o videojuegos online. Espacios que, si bien se crearon con un fin lúdico o de aprendizaje, desde hace ya algunos años representan un riesgo creciente entre los más jóvenes. Según datos de Save the Children, el 98% de los jóvenes afirma haber experimentado algún tipo de violencia sexual en internet durante su infancia, una realidad que evidencia cómo la hiperdigitalización ha trasladado a los entornos online ciertos riesgos que antes se limitaban al espacio físico.
Esta práctica, cada vez más sofisticada, puede adoptar múltiples formas: desde el bullying en redes hasta el grooming, la sextorsión, la suplantación de identidad o la difusión no consentida de imágenes privadas. Todas ellas comparten una característica común: se desarrollan en un entorno que amplifica el alcance del agresor y reduce la capacidad de reacción de la víctima. Además, la irrupción de tecnologías como la inteligencia artificial (IA) añade un nuevo nivel de complejidad. Hoy, la IA puede emplearse para crear imágenes o vídeos falsos mediante deepfakes, suplantar identidades o enviar mensajes ofensivos de manera automatizada. Incluso los algoritmos que recomiendan contenidos pueden, sin la supervisión adecuada, llevar a los menores a interactuar con publicaciones dañinas o integrarse en comunidades donde se normaliza el acoso.
La pregunta es, ¿cómo podemos combatir esta amenaza? La respuesta pasa por un enfoque integral que combine educación, acompañamiento y tecnología. Dotar a los menores de herramientas para protegerse en internet y reconocer situaciones de riesgo para poder pedir ayuda es fundamental. Asimismo, mostrarles ejemplos reales y explicarles patrones también les permitirá identificar señales de alerta antes de que sea demasiado tarde.
La tecnología, cuando se utiliza de manera estratégica, es la primera línea de defensa frente al ciberacoso. Hoy contamos con herramientas capaces de detectar, bloquear y neutralizar riesgos antes de que se materialicen. Sistemas de filtrado inteligente combinados con análisis de comportamiento y algoritmos de IA que nos permiten identificar patrones anómalos y señales tempranas de acoso, evitando que los menores accedan a espacios digitales hostiles o que interactúen con perfiles fraudulentos.
Asimismo, los controles parentales avanzados ya no se limitan a restringir horarios o aplicaciones, sino que incorporan capacidades de detección proactiva de lenguaje ofensivo, monitorización en tiempo real y alertas automáticas, ofreciendo a las familias información inmediata para actuar. Del mismo modo, las soluciones de ciberinteligencia permiten rastrear redes de ciberdelincuentes y suplantadores de identidad, mientras que la colaboración con plataformas y fuerzas de seguridad agiliza la respuesta ante incidentes.
Sin embargo, incluso con estas tecnologías, la rapidez en la reacción sigue siendo determinante. Bloquear al agresor, denunciar y conservar evidencias digitales son pasos esenciales para activar los mecanismos de protección. Cuanto antes se actúe, mayores serán las probabilidades de identificar al autor, a pesar de que recurra a técnicas de anonimato o identidades falsas.
Conviene recordar que no existe un único perfil de acosador. Muchos son adultos que se ocultan tras identidades ficticias para ganarse la confianza del menor, mientras que otros casos implican a adolescentes que actúan bajo presión social o sensación de impunidad. En todos los escenarios, el denominador común es la facilidad que ofrece el entorno digital para manipular y controlar, lo que refuerza la necesidad de tecnologías capaces de limitar su alcance y proteger a los usuarios más vulnerables.
Desde Thales S21Sec trabajamos para anticipar y mitigar estas amenazas mediante tecnologías de detección avanzada, análisis predictivo y respuesta automatizada, y es que la ciberseguridad no es solo un escudo, es un habilitador de confianza que permite a los menores interactuar en un entorno digital más seguro. Creemos firmemente que la protección de los menores es una responsabilidad compartida, y que solo combinando educación, acompañamiento y ciberseguridad podremos garantizar su seguridad en un mundo hiperconectado.






