El mundo se prepara para un boom de la IA generativa que multiplicará la demanda de energía. Científicos advierten que los centros de datos que entrenan y ejecutan estos modelos consumen cantidades enormes de electricidad y que este consumo se disparará en los próximos años. Según un informe de Goldman Sachs citado por Interesting Engineering, la demanda energética derivada de la IA podría aumentar un 165% para 2030. Para evitar un escenario insostenible, varias empresas han propuesto trasladar la infraestructura de computación al espacio, donde podría aprovecharse la energía solar continua y las bajas temperaturas para reducir costes de refrigeración.
En septiembre, Elon Musk anunció que SpaceX estudiaba utilizar sus satélites Starlink de tercera generación (dotados de enlaces láser de alta velocidad) para alojar cargas de computación de IA. El empresario afirmó en la red X que “simplemente escalar los satélites Starlink V3 funcionaría” y que SpaceX lo haría. Paralelamente, se filtraron planes para que SpaceX cotice en bolsa en 2026, con una valoración objetivo de 1,5 billones de dólares y una posible captación superior a 30.000 millones. Sería la primera vez que los inversores públicos pudieran adquirir acciones de la empresa, fundada en 2002 y valorada recientemente en unos 800.000 millones de dólares.
Bezos y la visión de Blue Origin
La otra parte de la carrera la protagoniza Jeff Bezos. Su firma espacial Blue Origin lleva más de un año desarrollando la tecnología necesaria para centros de datos en órbita, según un reportaje del Wall Street Journal resumido por Reuters. Bezos ha defendido en repetidas ocasiones que buena parte de la industria debe trasladarse fuera de la Tierra para preservar el planeta y ha pronosticado que en los próximos 10 a 20 años se construirán centros de datos orbitales de escala gigavatio. Estas “granjas de entrenamiento gigantes” podrían superar los costes de los centros terrestres gracias a la energía solar permanente y la ausencia de clima.
No solo SpaceX y Blue Origin están en esta carrera. El ex-CEO de Google Eric Schmidt reveló que apoyaba a la startup Relativity Space para desarrollar centros orbitales, y la firma de energía espacial Aetherflux anunció un proyecto llamado “Galactic Brain” para construir centros de datos que utilicen tecnología de recolección de luz. Incluso empresas tradicionales como Google y Planet Labs planean satélites con chips de IA para 2027. Este ecosistema emergente anticipa un futuro en el que la computación de alto rendimiento se desplace gradualmente a la órbita para liberar recursos terrestres.
Desafíos técnicos y riesgos
La transición a centros de datos espaciales no será sencilla. Lanzar miles de toneladas de hardware a órbita es extremadamente costoso y plantea problemas de diseño: es necesario proteger los equipos frente a la radiación, los micrometeoritos y las variaciones de temperatura. Además, la órbita terrestre baja está cada vez más congestionada; los astrónomos advierten que un exceso de objetos podría desencadenar el síndrome de Kessler, una cascada de colisiones que haría impracticable la operación de satélites. También persisten dudas sobre la sostenibilidad económica del proyecto y el impacto de estos sistemas en la astronomía y el medio ambiente espacial.
La posible oferta pública inicial de SpaceX no solo permitiría a Musk obtener capital para lanzar centros de datos orbitales, sino que también podría convertirse en la mayor salida a bolsa de la historia. Medios como Bloomberg y The Wall Street Journal estiman que la operación podría recaudar más de 30.000 millones de dólares, situando a SpaceX entre las empresas cotizadas más valiosas. Inversores consultados por Reuters afirman que el debut bursátil podría incluso llevar la valoración de la compañía por encima de los 2 billones de dólares.
Implicaciones para la industria y la sociedad
De concretarse, los centros de datos orbitales podrían resolver el cuello de botella energético de la IA y reducir el impacto ambiental de las granjas de servidores terrestres. Al aprovechar el vacío y la temperatura del espacio, estos centros no necesitarían gigantescos sistemas de refrigeración y podrían funcionar con energía solar continua. Sin embargo, trasladar la infraestructura digital a la órbita plantea un debate ético sobre la gestión del espacio, la defensa planetaria y el acceso equitativo a la tecnología.
La competencia entre Jeff Bezos y Elon Musk por instalar centros de datos de IA en el espacio inaugura una nueva fase de la carrera espacial. No solo se juegan la supremacía tecnológica y comercial, sino también la forma en que la humanidad gestionará los recursos del planeta y del cosmos. Mientras tanto, la esperada salida a bolsa de SpaceX promete movilizar cifras astronómicas para financiar proyectos igualmente ambiciosos. La próxima década revelará si estos sueños orbitales se traducen en una revolución energética y computacional, o si se topan con los límites físicos y económicos del espacio.






